Si dejo de fumar ganaré peso

Llegas al final a casa al atardecer y cuando estas abriendo la puerta de entrada del bloque ves bajando las escaleras a la madre de Marta, tu vecina. Es una mujer con cierta obesidad, de unos 70 años, teñida de rubio claro y con los ojos castaños. Lleva unas gafas al aire que junto con la sonrisa que siempre muestra, le hacen aparentar menos años de los que tiene. 

– ¡Hola! ¿Cómo estas? Hacia tiempo que no te veía, ¿cómo va todo?

– Hola, hola. Pues muy bien, bueno, llevo todo el día para arriba y para abajo y tengo ganas de llegar a casa y tirarme sobre el sofá.

– Sí, es verdad, haces cara de cansancio. Bueno, nada que se no se arregle con un buen descanso.

– ¿Y usted? ¿Qué hace por aquí? He visto a su hija esta mañana que se marchaba con su novio a la montaña – De conversación fácil, es de las personas que solo con hablar un rato te sube el ánimo. Le preguntas por su hija por que sabes de sobra que esta mujer se desvive ella y cuando necesita ayuda, como supones que habrá ocurrido hoy, corre para ayudarla. 

– Es que me ha llamado y me ha dicho si podía comprobar si habían cerrado el gas… y bueno, de paso he aprovechado y les he dejado unos espejos que he comprado para el recibidor – Otra cosa que sabes, es que siempre está pensado en detalles para el piso – Ya les hice el perchero pero claro… un recibidor sin espejo, está incompleto.

– Pero bueno, ya tiene el piso bastante mejor. Que lo lo ví cuando el Antonio vivía solo… 

– Sí, si… es que los pisos de los chicos son tas austeros… ¡si no tenía ni cortinas! – se exclama – pero dime, este cansancio a que se debe, ¿mucho trabajo hoy?

  ¡No, que va! Es que no he parado de un lado para otro y también…

– ¿ Y también que? – te pregunta

– No, nada… – esta mujer te da tanta confianza que, aún conociéndola relativamente poco, no te importa explicarle tus preocupaciones – que últimamente no paran de insistirme en qué deje de fumar pero yo no quiero…

– ¿No quieres o no puedes?

– Ni uno, ni otro, o si… lo que me preocupa es ganar peso si dejo de fumar…

– ¡¡Ah!! Ahora llegamos al quid de la cuestión… Te entiendo, me acuerdo que una vez mi hija me habló sobre esto, por que le ha venido más de un paciente para perder peso después de fumar.

– Vé, me da la razón. Ganaré peso.

– Sí, pero… – dice alargando esta última palabra para dar suspense – se suelen ganar dos o tres kilos, bueno, según mi hija, se recuperan. Me explicó que los fumadores pesáis esos kilos de menos ya que el cuerpo tiene que gastar energía para eliminar tanto la nicotina como el resto de veneno que lleva el cigarrillo, además quita el hambre…

– Pues ahí lo tenemos, si recupero el hambre…

– Pero una cosa es que la nicotina te quite el hambre y otra es que cuando ya no fumes te mueras de hambre. A ver, como me lo dijo – medita – cuando se deja de fumar, mucha gente recupera el gusto y el olfato y claro, lo que antes era insípido, de golpe y porrazo se vuelve un manjar y si a más, juntamos que comienzas a picar para llevarte algo a la boca y substituir al cigarrillo…

– Entonces… 

– Entonces, cuando escuches a la gente que ganaron diez, quince o muchos más kilos cuando dejaron de fumar, realmente no fue por eso. Es por que comenzaron a comer mucho más y así engorda todo el mundo. Mírame a mí, que nunca he fumado y mira que figura tan redonda que tengo… es que me encanta comer – dice riéndose.

– ¿Y su hija que dieta les recomienda?

– Pues a los que ganan poco peso o que consultan antes de dejar de fumar no creas que les pone una dieta muy estricta. Sólo evitar picar entre comidas, evitar el exceso de fritos, rebozados, alimentos con mucha grasa,… y evitar que hagan comidas copiosas. Ya sabes, que no pasen de dejarse medio plato a comerse dos llenos hasta arriba. 

– ¿ Y ya está ?

– Y ejercicio, mejor dos semanas antes de dejar de fumar. 

– Hay gente que ya hace ejercicio… -le rebates.

– Pues a la gente que no hace ejercicio, que comiencen a hacer algo más de actividad y a las que ya hacen, pues que incrementen la intensidad de este.

– Ya veo…

– Y así, como te comenté. Sí, puedes ganar uno, dos… tres kilos, no quince. Y siempre los puedes perder – y mirando el reloj – ¡Uy! ¡Qué tarde es, me voy ya! Hablamos otro dia .

– Perfecto… pero una cosa. ¿Cómo se llama? Por que siempre nos cruzamos pero nunca me ha dicho su nombre.

– ¿Yo? Lourdes Pijuan Salat 

– Pues un placer Lourdes, hasta la próxima.

– ¡Hasta otra! Que me ha entrado hambre y voy a por un bocadillo – Dice riéndose imitando con a la voz de una niña pequeña. Y así, la ves marchar, con una sonrisa en la boca, contenta por ayudar a la gente y feliz por que le encanta hablar de su hija. Y mientras se va, dejándote sólo, piensas en los que te ha dicho y decides…

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