Por fin has acabado todas las tareas de casa. Sin nada más que hacer durante toda la tarde, te sientas en el sofá y enciendes la tele. Con el ritmo que llevas últimamente, de cuando en cuando, te toca un merecido descanso.

Vas cambiando las canales hasta que encuentras el programa que buscas. Es un formato muy criticado por su necedad pero a ti te da igual, lo que buscas ahora es algo que te ayude a evadirte del mundo y conseguir un encefalograma plano, no ver nada que te requiera pensar y hacer un esfuerzo intelectual.
En este momento de evasión, tu mano va instintivamente al paquete de tabaco, te sacas un cigarrillo y de repente te suena el teléfono, miras quien es y ves que es tu mejor amigo:
-¡Hola! ¿Qué haces? – dice antes que te dé tiempo a decir nada.
– Pues… nada, aquí, mirando la tele en el sofá.
– Perfecto, pues… ¿te va bien quedar ahora?
– ¿Ahora? – dices extrañado por la impaciencia que, incluso a través del teléfono, le detectas.
– Sí, ahora, ¿o te va muy mal?
– No, no. Si no hay nadie más en casa… ¡venga! ¡Sí! ¡Quedamos! Igualmente estoy viendo un programa cutre de la tele… – le comentas mientras juegas con el cigarrillo entre tus dedos.
– ¿En la cafetería de siempre? – Cada vez se muestra más impaciente y tú no sabes por qué.
– De acuerdo, pero… ¿me puedes decir a qué se debe tanta impaciencia? ¡Por qué me estás poniendo nervioso! ¿ Todo bien?
– ¡Y tanto! – exclama – Toda va muy, muy bien… pero tengo una regalo para ti.
– ¿ Un regalo? ¿Qué es?- tú ya no entiendes nada, no es tú cumpleaños ni nada parecido. ¿Por que te lo hace ahora?
– Ahhh, si te lo dijera ahora no sería una sorpresa. ¿Nos vemos en media hora, entonces?
– Vale, vale. Hasta ahora…
– ¡ Hasta ahora!
Te levantas del sofá, vas a buscar cuatro cosas y te enciendes el cigarrillo que no has dejado de sostener en ningún momento. Otras veces ya te lo enciendes hablando por teléfono pero tu amigo había captado tanto tu atención que de golpe hizo desaparecer las ganas de fumar durante toda la llamada. Bien, bien, entre la conversación y el rato posterior has estado cinco minutos largos en que las ganas de fumar habían desaparecido automáticamente.
Pero bueno, qué más da, ahora tienes otra vez ganas y das una buena calada mientras piensas que puede haber visto que le haga tanta ilusión regalarte, pero no llegas a ninguna conclusión plausible. “Bueno, en media hora lo descubriré”, piensas.
Llegas el primero a la cafetería, miras a la terraza y ves que en un extremo ya hay dos mesas ocupadas y eliges irte a la otra punta para poder tener una conversación un poco privada. El camarero, que en ese momento sale de la cafetería, se dirige hacia ti.
-¡Hola! ¿Te traigo lo de siempre? – te pregunta.
– Sí, y trae lo mismo para mi amigo, que está al caer… y unas bravas.
– ¡Marchando!
Justo después de que se vaya el camarero, vienen dos parejas y teniendo infinidad de mesas entre túy el grupo, deciden ponerse justo al lado tuyo, una en la mesa de tu derecha y la otra en la de la izquierda. Ese aislamiento que buscabas ha durado realmente poco.
“¿Pero no saben que es el espacio personal? ¡Si me estoy enterando hasta de la marca de calzoncillos que se ha comprado el de aquí al lado!”. Una vez que quieres un poco de privacidad y la gente parece que lo adivine y vaya a por ti, incluso antes de sentarse, te han mirado de arriba y abajo.
Sientes como si hubieran invadido tu burbuja personalny te enciendes otro cigarrillo para volverte a encerrar en la ella. A más, así pasas el rato hasta que no llega tu amigo y acompañas a lo que te acaba de traer el camarero.
Diez minutos después llega tu amigo con paso ligero como si hiciera marcha atlética. Te ve, sonríe y antes de sentarse saca un paquete y te dice:
-¡Sorpresa! – mostrándote un paquete en forma de…
– ¿Un libro? ¿Está es la sorpresa?
– ¡Tu ábrelo y me dices!, creo que esto te va ayudar mucho
– Pues dame, dame… por cierto, he pedido unas patatas bravas, coge si quieres, las veo muy sosas…
Tu amigo coge una patata se la lleva a la boca y exclama:
– ¿Sosas? ¿ Pero qué dices? ¡Si estan buenísimas!
– Yo las veo muy sosas, que quieres que te diga,…
– Que raro… bueno, da igual… ¿ Quieres abrir el regalo de una vez? – te vuelve a insistir.
– Que sí, que sí, ¡pesado! – le dices mientras estás abriendo el regalo y cuando al fin ves lo que és…
“¿¿Un libro para dejar de fumar?? ¿¿Ahora?? ¡Pero si ahora no quiero dejar de fumar!”
Aunque piensas todo esto, lo abres, lo hojeas por encima y le muestras a tu amigo la típica media sonrisa de no saber qué decir para no hacerle un feo. Quieras o no lo hace con su mejor intención aunque ni por casualidad ahora mismo te planteas dejarlo.
– ¿Qué? ¿Te gusta? ¿Lo vas a intentar? – dice a la vez que te ofrece una sonrisa de oreja a oreja y da pequeños saltitos de excitación que te transmite que sólo espera una respuesta positiva.
– Bueno… sí… no sé… – dudas que decirle – ¿pero realmente esto es un libro para dejar de fumar? acabo de leer un trozo y no se que decía que tenia una reunión de negocios o yo qué sé – le comentas para desviar el tema.
– Sí, es así, son pequeñas historias que muestran el día a día de un fumador y al final te da a escoger lo que quieres hacer para evitar pues eso, fumar.
– ¿Y no puedo escoger que quiero seguir fumando? – No, no puedes evitar hacer este comentario sarcástico… demasiado a huevo estaba.
¡Hombre! ¡Pero qué es para dejar de fumar! – se exclama abriendo a la vez los brazos –
– Ehhh, bueno… a veces he conseguido no fumar en según que situaciones sin cambiar ni leer nada…
– ¿Y como lo has pasado en ese momento? Bien o mal?
– A ver,… bien, lo que es del todo bien, tampoco – te pilló, piensas.
– Pues para eso estar este libro, para dejar de fumar y ayudar que sea lo menos sufrido posible.
– Ya, ya, pero,… ¿y si no me va bien lo que dice? ¿Y si no lo puedo hacer? – contraatacas.
– Mira al menos te sirve para hacerte recapacitar… que te veas allí y si no te va bien lo que te propone el libro, al menos te pares a pensar que harías tú en esa situación para no encenderte el cigarrillo.
– Espera, espera, dejame buscar una cosa – dice mientras vas a solapa del libro buscando al autor.
– Oye, pues no has salido muy bien en la foto – dices cínicamente.
– ¿Pero qué dices? – ahora el que no entiende nada es él.
– Qué defiendes tanto el libro que parece que lo hayas escrito tú – lo que tú quieres hacer, es conseguir desviar el tema, que ya te está cansando…
– Aixx… Venga, que ya veo que te cansa el tema – ¡al fin se de cuenta! ¡Demos gracias al señor! – Es un regalo, y te dejo hacer lo que quieras, como en el libro. Por mucho que el resto del mundo quiera que lo dejes, hasta que no seas tú el que quieras no hay nada que hacer.
– Ya lo sé – le dices – Que sepas que te agradezco el detalle y que lo pensaré, te lo prometo – le comentas para hacerle sentir bien, pero realmente lo que piensas es que:
- Sí que quieres dejar de fumar.
- No quieres dejar de fumar, por qué te gusta
- Te ves incapaz de dejar de fumar
- Ganaré peso y no vale la pena el esfuerzo ( ve a la página…)