– Realmente estoy muy enganchado al tabaco, alguna vez me lo he propuesto pero tengo tantas ganas que soy incapaz de dejarlo –
– ¿ Pero lo has intentado?
– Sí, pero al final vuelvo, no soporto la ansiedad que me genera y al final por un motivo u otro me enciendo un cigarrillo.
– Te entiendo, dejar de fumar no es fácil.
– Hombre, acuérdate de…
– Sí – te interrumpe – siempre hay alguien dice que deja de fumar sin dificultad, pero eso es como aquel qué nunca juega a la primitiva y por una vez que la hace le toca.
– ¿Suerte?
– Dile suerte, dile casualidad, dilo como quieras. Pero lo normal es qué en mayor o menor intensidad cueste dejar de fumar.
– Pero yo lo veo imposible… – le comentas.
– Ya… pero yo pensaba igual… ¿ya no te acuerdas que fumabas incluso más que tú?
– Sí, pero…
– Pero nada, a ver que sí, que entiendo que pienses así. Pero no pienses que tú no tienes remedio. Por que mucha gente que le ha costado tanto o más que tú, al final se ha propuesto y lo ha conseguido…
– Pero ya lo he intentado y no lo conseguí.
– Sí… y a mi también me pasó. Me rendí más de una vez, pero cada vez que lo intentaba, ¿sabes qué? Aprendía y cogía experiencia, recapacitaba que podía hacer para evitar fumar la próxima vez que estuviera en la misma situación que me había hecho recaer…
– Lo que dices es muy bonito, pero lo que pasa es que…