Un rato después, sales a pasear y cuando acabas de disfrutar de otro cigarrillo, lo tiras al suelo sin pensar en lo que puede llegar a contaminar el medio ambiente. Miras la hora y ves que ya vas justo de tiempo para tu cita con el médico. Llevas varias semanas con un dolor muscular y ayer llamaste a tu centro de salud pidiendo hora:
“¡Buenos días! Usted ha llamado al centro de salud… si desea hora para su médico de atención primaria, pulse 1. Si desea hora para su enfermero de atención primaria, pulse 2. Si desea hora para pediatria pulse 3. Si desea hora para su enfermera de pediatría, pulse 4. Si quiere hora para ser atendido de urgencias, espere…”
“¿Urgencias? Espere… sentado” piensas y pulsas 1 sin dudar. Llevas un tiempo tomando analgésicos y el dolor sigue ahí, chinchando. No tiene pinta de evolucionar a algo grave, podrías esperar, sólo es molesto y punto. Lo que sí es molesto era pedir hora de urgencias, siempre estan colapsadas. Por falta de personal… y por exceso de personas visitándose…
En ese centro las urgencias es un coladero. Hay gente que sí esta bien enferma y cuesta de entender como apuran tanto antes de venir pero otra realmente podía haber esperado un poco más o sólo haber esperado a que se curará por si solo: diarreas de 4 horas de evolución que ni habían comenzado dieta a base de arroz hervido, pollo y pescado a la plancha. O gente con un dolor como el tuyo, incluso de meses y que en vez de pedir hora con su médico; ya no venía de unos días, quieren de golpe y porrazo visitarse ese día con la máxima urgencia.
Pero eso paso ayer, tuviste suerte y el médico tenía un hueco para hoy. Pasas por al lado de tu casa y subes un momento para ir al baño. Al volver a salir a la calle, te encuentras con Marta, una vecina.
– ¿Qué? ¿ A trabajar? – Le comentas.
– No, hoy no – Te dice con una sonrisa – tanto mi novio como yo tenemos el día de fiesta y vamos a aprovechar para pasar el día fuera con su hermano y su novia. Voy a comprar cuatro cosas mientras él va a poner gasolina al coche y nos vamos pitando.
– ¿Ah Si? ¿ Y a dónde os vais si se puede saber?
– ¡A pasar el día a la montaña! ¡Me encanta!
– Ha estado lloviendo toda la noche, ¿estáis seguro que no os pillará un chaparrón?
– Sí. Hemos mirado el pronóstico del tiempo y el cielo despejado de aquí a 100 kilómetros a la redonda.
– ¡Ah! ¡Pues perfecto! ¡Disfrutad!
– Y tanto que lo haremos – vuelve a sonreír – a más, me encanta el olor a tierra mojada, incluso aquí con la poca tierra que hay ya se huele.
– ¿ Ah si? – le preguntas ya que tu no hueles nada.
– Sí, pero si se nota muchísimo, ¿como puede ser que no lo huelas?
– No sé – dices sin saber qué responder – Hay cosas que huelo, otras que no…
– Quizás te estás resfriando… – en este momento, la pareja de Marta aparece con su coche y suena el claxon a la vez que te saluda – bueno, pues ¡cuídate!
– ¡Pero si no estoy resfriado…!
Al oir esto, Marta apoya los brazos en el techo del coche, te mira pensativo y te responde…
– ¡Qué raro! Por qué mira qué huele… no me lo explico… oye, ¿no será el tabaco? ¿Fumas?
– Sí, pero… – le respondes intentando evadir el tema, cosa que ella ve y rápidamente desvia el tema.
– Bueno, o es que yo tengo mucho olfato, vete tú a saber…
– ¡Y qué lo digas! ¡Tienes más olfato que un sabueso! – comenta riéndose su novio – ¡Venga! ¡Hasta otra!
Y los ves alejarse del coche mientras tu le das vueltas a la conversación, porque olfato tienes y gusto también, ¿no?, te preguntas, ¿ o es que tienes menos de lo que deberías de tener por culpa del tabaco?
Quizás estás tan acostumbrado que a no ser que alguien, como este caso, te advierta de un olor o de un sabor intenso a la hora de comer, tu no te das cuenta. Como cuando quedaste con tu amigo el otro día, que a él las bravas le parecieron buenísimas y tu las veías sosas.
Estos pensamientos ya se te han ido de la cabeza antes de llegar a tu centro de salud, Antes de entrar te fumas otro cigarrillo. Al no haber ceniceros allí cerca, una vez acabado lo tiras al suelo justo con otras decenas de colillas esparcidas alrededor de la puerta de entrada… las esperas se hacen largas y las ganas de fumar, para muchos, no perdonan.
-¿Tienes un cigarrillo? – Te dice un hombre que tambien entra al centro. De aspecto tranquilo y que desprende felicidad y que cae simpático solo por su aspecto.
– Sí, hombre sí.
– ¡Muchas gracias!
– ¡De nada!
Una vez en el centro te diriges a la sala de espera delante de la puerta de tu doctora, hay cinco personas más, un matrimonio de poco más de 60 años, una chica de algo más de treinta y una madre con su hija pequeña de unos cinco años.
La niña está jugando con unos coches en el banco donde está sentada pero al poco rato su madre le dice que se los dé, ya que está haciendo mucho escándalo y se tiene que portar bien. A ella a regañadientes le da los juguetes y comienza a mirar a su alrededor para ver con que se puede distraer… y te ve a ti.
-¡Hola! ¡Me llamo Laura!
– Hola Laura – le dices sonriendo.
– ¿Por qué estás aquí?
– Esto… Es que me duele la espalda. Y tu, ¿Por que estas aquí?
– Es que mi mamá está malita… y yo también. Mama dice que es por culpa de papá, que fuma mucho. Tu también fumas, ¿no? Es que hueles como él, y papá tiene los dientes amarillos. ¿Tu tienes niños?
– ¿Eva? – Por suerte, la doctora justo en este momento llama a la madre de aquella niña y te salvas de responderla.
-¡Adios!
– Adiós pequeña
– No soy pequeña, soy mayor! – Te responde enérgicamente
– Jajajaja, sí, perdona, eres toda una niña grande.
La escena no ha pasado desapercibida para el matrimonio que también están esperando y te comenta el señor.
– Hay que ver como son los críos, ¿no?
– Sí, ¿y la has escuchado cuando me ha dicho que huelo como su padre, que es fumador? Dicen lo que piensan sin cortapisas.
– Ya, santa inocencia. A veces les deberíamos hacer más caso. Mi hijo, me estuvo insistiendo desde pequeño que lo dejará…
– ¿ Y lo dejaste?
– Lo dejó cuando nuestro hijo tenía 30 años y por que se pasó una semana en la UCI – saltó su mujer indignada – anda que… lo que nos hiciste sufrir esa semana. ¡24 horas!. Nos llegaron a decir que si no mejoraba en 24 horas se nos iba, que ya no podían hacer más, pero por suerte…
– ¿Y dejaste de fumar entonces?
– Sí, es que estaba fatal. Tanto fumar me había dejado en los huesos. No tenía hambre, la comida no tenia sabor a nada, estaba muy débil y claro, acabé cayendo enfermo. Cuando desperté, mi hijo ni me tuvo que decir nada, lo tuve bien claro, había llegado demasiado lejos.
– Es que fumabas un paquete al día – siguió recriminandole su mujer – y ya te podíamos dar motivos y tu ni caso…
– Es que cuantas veces te lo tengo que decir – resopló – el que decide dejar de fumar soy yo, nadie más. Si yo no quiero, por mucho que insistáis… yo fumaba porque me gustaba!
– Como yo, me gusta fumar y ya decidiré si un día dejo de fumar, nadie me tiene por que decir nada.
– ¡Exacto! – contesta – tú serás quien lo decidas, pero sólo te voy a decir una cosa y cambiamos de tema, que estoy seguro que el tema ya te está cansando – “cuanta razón tienes” piensas – el día que tú decidas dejar de fumar y lo dejes te darás cuenta de lo que te estabas perdiendo.
– Ya…
– Mi sobrina lo notó en la tersura de la piel, un amigo en su aspecto, un antiguo compañero de trabajo en que se cansaba mucho menos haciendo deporte, mi vecino en el ahorro…
– Ahora no me vas a decir lo del Ferrari, ¿verdad? Eso me lo dicen todos y a ver… ¿donde tienen el Ferrari los que no fuman?
– Jajajaja – se ríe con una mirada còmplice y señalándote con el dedo – Yo decía lo mismo y, ¿sabes que?
– ¿Qué? – en estos momentos estas ya prefiriendo que hubiera sido la niña y no este matrimonio quien se hubiera quedado contigo hablando.
– Que para un Ferrari no llega, pero para pagar los recibos de un coche sí.
– ¡Anda ya!
– ¡Que sí! – te insiste – Calcula, me he comprado un i20, el de hyundai. Me ha salido por algo más de 12.000 euros, dí de entrada 3000 euros y el resto a pagar a 140 € al mes a 4 años… yo fumaba unos 20 cigarrillos al día y mira lo que vale hoy un día un paquete, unos 5 euros… multiplica 5 por 30 días que tiene un mes. ¿Cuanto te sale?
– 150?
– Exacto! Incluso me sobran para 10 euros en gasolina.
– No… si… ya.
– Y ya está, dejemos el tema. ¡Mira! – señalando a la doctora que acaba de salir – te toca.
– ¿Pero no vais vosotros?
– No, no. Nosotros vamos con Dani, el enfermero – te responde la mujer.
– Bueno, pues adiós – y te diriges hacia la consulta de la doctora, pensando…
Te gusta fumar, pero quizás si hay otras cosas por la que vale la pena dejarlo.
Te gusta fumar y no consideras que haya nada por lo que valga dejarlo.
Si quieres saber más sobre lo que contaminan las colillas de cigarro (humo de cuarta mano) y como afecta otros tipos de tabaquismo pasivo a la gente de tu alrededor, tanto niños como adultos, consulta este video y este enlace: